Tener un reto continuo es fundamental para un envejecimiento saludable. Qué podemos hacer para mantenernos activos y vivir más años.
Imaginando que el cerebro es uno más de nuestros músculos, si lo entrenamos con regularidad, se mantiene fuerte, ágil y flexible, pero si lo dejamos en reposo demasiado tiempo, se vuelve rígido y pierde fuerza. Aprender a lo largo de la vida, lo que hoy se conoce como lifelong learning, no es sólo un lujo intelectual o una estrategia para mantenerse actualizado en el mundo sino una auténtica inversión en salud y bienestar a largo plazo.
El término lifelong learning se utiliza para hacer referencia al proceso continuo, voluntario y autodirigido de adquirir conocimientos y habilidades a lo largo de toda la vida, pero no se trata solo de formación académica o profesional, explica la coach y formadora española Luisa Gutiérrez, sino de una mentalidad que busca el aprendizaje en cualquier ámbito: desde la tecnología hasta el arte, pasando por la cultura y el desarrollo personal. Este enfoque reconoce que el aprendizaje no debe estar limitado a la infancia o la juventud, sino que puede y debe extenderse durante toda la vida, adaptándose a las necesidades y circunstancias cambiantes.

El concepto comenzó a popularizarse a mediados del siglo XX impulsado por organismos como la UNESCO y la OCDE, que promovían la idea de la educación permanente como un derecho humano fundamental. Con el avance de la globalización y la digitalización, la necesidad de actualizar constantemente los conocimientos se ha vuelto aún más relevante. “En el contexto actual, donde las tecnologías evolucionan rápidamente y los cambios laborales son constantes, el aprendizaje continuo ya no es una opción, sino una necesidad para mantenernos activos y competitivos”, señala la coach.
El lifelong learning y la longevidad
Además, cada vez más investigaciones demuestran que el aprendizaje continuo puede retrasar el deterioro cognitivo, mejorar la memoria y fortalecer la resiliencia mental. Gutiérrez indica que el lifelong learning actúa como una estrategia para promover un envejecimiento activo, destacando su impacto positivo en la salud cognitiva y el bienestar general de las personas mayores.
Desde aprender un nuevo idioma hasta dominar una habilidad artística o simplemente mantener la curiosidad activa, el lifelong learning actúa como un escudo contra el envejecimiento prematuro. Porque, al final, no se trata sólo de vivir más años, sino de vivirlos con lucidez, autonomía y calidad:
- Neurociencia y plasticidad cerebral. Se demostró que el aprendizaje continuo estimula la neurogénesis y fortalece las conexiones neuronales, retrasando el deterioro cognitivo. En este sentido, la psicóloga alemana Ursula Staudinger, profesora de Ciencias Interdisciplinares del Envejecimiento en la Universidad Técnica de Dresde, ha dirigido investigaciones que demuestran que el compromiso constante con el aprendizaje puede mejorar la plasticidad cognitiva y, en consecuencia, contribuir a una vida más larga y de mejor calidad. Asimismo, se ha visto que actividades como aprender un nuevo idioma, tocar un instrumento o resolver problemas complejos mejoran la reserva cognitiva.
- Impacto en la salud mental. Mantenerse intelectualmente activo reduce el riesgo de depresión y ansiedad, comunes en edades avanzadas. Y, además, proporciona un sentido de propósito y motivación, dos aspectos clave para una vida larga y plena. Instituciones como el Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano en Berlín realizaron estudios que vinculan el aprendizaje permanente con beneficios en la salud cognitiva y la longevidad. Estas investigaciones sugieren que mantenerse intelectualmente activo a través del lifelong learning puede retrasar el deterioro cognitivo.
- Beneficios sociales y emocionales. Se sabe que el aprendizaje en comunidad fomenta la socialización, reduciendo el aislamiento y la soledad. Y que participar en actividades educativas mejora la autoestima y la autoconfianza en personas mayores.
Cómo integrar el lifelong learning en la vida
Se puede elegir entre las siguientes propuestas que mejor se adapten a nuestros horarios, preferencias o necesidades:
- Entrená tu mente con aprendizaje estructurado. Podés optar por hacer cursos online o presenciales. Plataformas de numerosas universidades ofrecen cursos en diversas áreas, desde historia hasta programación.
- Planteate desafíos cognitivos diarios. Mantener el hábito de leer libros, artículos o ensayos amplía el conocimiento y fortalece el pensamiento crítico. Por otra parte, los juegos de lógica y estrategia, como sudokus, ajedrez, crucigramas o acertijos matemáticos mejoran la agilidad mental, y los encuentras de forma gratuita en la web. También puedes plantearte escribir de forma regular, cada día, aunque apenas sean unas líneas. Escribir ayuda a estructurar el pensamiento y fortalecer la memoria.
- Mantenete actualizado con la tecnología. No tengas miedo a usar las nuevas herramientas digitales, pues favorece tu autonomía. Además, dominar la comunicación virtual te permite mantenerse conectado con amigos y familiares.
- Incorporá el aprendizaje en tu vida cotidiana. Explorá nuevos hobbies, cociná nuevas recetas, practicá jardinería o aprende de vinos. Todo es enriquecedor, como también lo es viajar con propósito educativo, como explorar lugares con patrimonio histórico, museos o entornos culturales.
- Observá y reflexioná. Preguntarse el porqué de las cosas, investigar sobre lo cotidiano y seguir cuestionando el mundo es clave para un aprendizaje continuo.
- Aprendé en comunidad. Si querés un plus de sociabilidad, podés anotarte a clubes de lectura o debate, grupos de discusión o a un voluntariado educativo.