sábado, noviembre 23, 2024
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    Ocho consejos para superar la crisis del cuarto de vida

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    Tal como sucede en quienes cuestionan sus logros al llegar a la mediana edad, entre los 20 y los 30 años, suele presentarse un dilema conocido como crisis del cuarto de vida. Se trata del conflicto que sufren algunas personas en dicha década, en la cual la ansiedad, la angustia y la frustración tiñen un período que debería ser, según los cánones, de autodescubrimiento y éxito.

    Si bien no se trata de un síndrome o enfermedad, este trance personal es un fenómeno descrito y estudiado. Como sucede con quienes experimentan la crisis de los 40, estos jóvenes manifiestan gran insatisfacción con sus logros vitales y sienten dudas por el futuro, en especial cuando se comparan con generaciones anteriores, como los baby boomers o la generación X.

    Descansar la mente en el trabajo, es fundamental. (Foto: Adobe Stock)
    Descansar la mente en el trabajo, es fundamental. (Foto: Adobe Stock)

    Según indicó la psicóloga española Sara González Juárez, este periodo de estrés, confusión y ansiedad tiene sus raíces en la incertidumbre, alimentada por la crisis económica, laboral, ambiental y geopolítica. Se trata de personas que, aproximándose en su tercera década de vida, hacen grandes esfuerzos por prosperar y encontrar su lugar en el mundo, pero con escaso o nulo éxito.

    A todo esto, se le suman nuevas presiones, necesidades y obligaciones para las que, generacionalmente, no estaban preparados: redes sociales, productividad salvaje, nuevas formas de relacionarse y un largo etcétera. Dichas presiones llegan en formas nuevas y la concepción del trabajo y las relaciones interpersonales han cambiado, pero no venían con un manual cultural de instrucciones.

    Qué se puede hacer para superar la crisis del cuarto de vida

    La probabilidad de sufrir una crisis está latente, pero, en momentos de necesidad, también es posible empoderarse y lograr una reconciliación con uno mismo. Para ello ,se pueden seguir ocho consejos:

    1. Aceptar y validar nuestras emociones. El primer paso, antes de poner en marcha cualquier otro tipo de estrategia, es validarnos. Las emociones no se pueden controlar y tienen una utilidad muy grande: la de responder al medio para sobrevivir. Cuando el futuro se tiñe de catástrofe y el presente no es como queremos, es lógico que las emociones más habituales sean la ansiedad y la frustración. “No eres débil ni debes esconder tu malestar, sino abrazar, aceptar y dejar que nos guíen hacia las acciones necesarias para mejorar nuestra situación”, dijo la especialista.
    2. Analizar nuestra realidad y no dejarse llevar por prejuicios. Seguro que escuchamos las expresiones “generación de cristal” y “cultura del esfuerzo”. Sí, es cierto que todos debemos entrenarnos en ser más resilientes y trabajar duro por nuestros sueños, pero desde una perspectiva más amable que la exigencia y los juicios de valor. Cada uno de nosotros sabe cuánto nos esforzamos en alcanzar nuestras metas. Es importante que no nos dejemos llevar por las expectativas que pusieron en nosotros y analicemos qué es aquello que podremos controlar y qué no.
    3. No compararnos con los demás. Es fácil caer en comparaciones teniendo las redes sociales disponibles las 24 horas y bajo el peso de las expectativas de generaciones anteriores. Internet está inundado de vidas perfectas, cuerpos canónicos, positividad tóxica y personas que dicen sentirse realizadas dentro de un sistema de productividad insano. Una de las acciones que favorece nuestra salud mental es limitar la exposición a estos mensajes de presión social. Para superar la crisis de los 20, debemos centrarnos en nuestros logros y en aquello que queremos mejorar, premiándonos cada vez que cumplamos un objetivo y criticando de forma constructiva nuestros fallos.
    4. Perseguir nuestros objetivos en pequeños pasos. Otro efecto de las altas expectativas que se pusieron en los millenials y la generación Z es caer en la grandiosidad y la inmediatez. Esto puede ocasionar que nos veamos lejos de ese trabajo exitoso con un gran sueldo, porque hasta llegar a ese punto hay muchas pequeñas victorias y también desaciertos. Como estrategia contra la frustración, podemos escribir una meta y los pasos necesarios para lograrla. Desgranar estos objetivos todo lo que necesitemos y reforzarnos cada vez que tachemos uno de ellos. Así, el ejemplo del trabajo soñado será el descanso del guerrero después de disfrutar el viaje hasta él.
    5. Ajustar nuestras expectativas. Muchas de las personas que hoy viven la crisis del cuarto de vida se enfrentan al desengaño de una serie de ideas que los engrandecían: una carrera para tener un gran trabajo, casa propia antes de los 30, mantener una relación amorosa durante muchos años, etcétera. No obstante, aunque sea doloroso al principio, es pertinente analizar el presente y ajustar hasta dónde se quiere llegar. Aún hay mucho futuro por delante a los 25 años, pero más vale aprender a aceptarse que flagelarse toda la vida por algo irrealizable.
    6. No abandonar nuestros autocuidados. Otra de las crudas realidades de la crisis del cuarto de vida es que la salud se sacrifica demasiado a menudo. Esa “cultura del esfuerzo” en la que se criaron las últimas generaciones dicta que los grandes sacrificios tienen enormes recompensas; pero ya se comprobó que esto no es así. Aunque es difícil en un modelo económico donde abundan la explotación laboral y la falta de tiempo, es muy importante encontrar huecos para el autocuidado: alimentarse bien, hacer ejercicio, descansar durante el sueño, tener un ocio consciente y relaciones sanas. Cuando el futuro no trae garantías de bienestar, los cuidados en el presente serán el seguro para mantener la calidad de vida con el paso de los años.
    7. Crear lazos de calidad. Nadie es una isla. La creencia cultural de que un individuo puede ser independiente es una falacia, pues somos animales gregarios que aportan a la sociedad y beben de ella al mismo tiempo. Debemos rodearnos de personas que nos apoyen y a quienes merezca la pena cuidar.
    8. Abrazar nuestra identidad actual. No seremos la misma persona dentro de un año, o puede que incluso dentro de un mes. Lo ideal no es quedarse estático, sino encontrar el núcleo de tu identidad dentro de los cambios que experimentas. Abrazar nuestras aficiones, luchar por nuestros ideales, reflexionar con espíritu crítico y no tener miedo a cambiar si eso nos hace mejor.

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