domingo, noviembre 10, 2024
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    La técnica de las tres “C” para motivar el aprendizaje en el aula y en casa

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    Te propongo viajar al pasado. Imaginate que estás en la prehistoria, hace muchos, muchos miles de años. Sí: hombres primitivos. En un instante, se produce, literalmente, una grieta definitiva. Un cataclismo. La tierra tiembla y ves cómo se desmorona el paisaje alrededor. La población, entonces, queda dividida: los ancestros que se habían alejado de la comunidad quedan de un lado. Los otros seres quedan del otro lado.

    Aunque con menos habitantes, pasado el susto, todo vuelve a la normalidad para el sector que ahora está aislado: mismo clima, misma flora, misma fauna. Mientras tanto, el panorama cambió para los otros. Ya no está el cómodo arroyito, ni la protección de los vientos en el valle… las vivencias son únicas para aquellos que se vieron alejados de lo cotidiano: por lo pronto, tienen que encontrar un nuevo hogar… ¡gran motivación para poner lo mejor de sí mismos!

    ¿De qué lado te hubiera gustado quedar?

    En el aula, tenemos alumnos que, ante el nuevo aprendizaje, prefieren quedarse en el molde, hacer lo mínimo y zafar. Porque ya conocen (haciendo un paralelismo con aquel cataclismo) “el clima, la flora y la fauna” y las actividades diarias que los satisfacen.

     Es crucial recordar que aprender implica salir de la zona de confort. (Foto: Adobe Stock)
    Es crucial recordar que aprender implica salir de la zona de confort. (Foto: Adobe Stock)

    Algunos profes tal vez hemos creado, por diversas razones, ese ambiente seguro para ellos donde, con nuestras rutinas y costumbres, los alumnos nos conocen mejor que nosotros mismos. Están cómodos. Cognitivamente sedentarios. A su vez, están aquellos docentes/alumnos que hubieran preferido estar del lado: el de la aventura. Los desafíos los engrandecen y los motivan a crecer. ¿Qué podemos hacer para motivar a todos los alumnos?

    Pasamos de la prehistoria al presente

    Lo primero que podemos hacer es poner a los alumnos al tanto de estos hallazgos arqueológicos:

    El viaje en el tiempo que propuse al inicio ocurrió. Hace unos cincuenta mil años, en una isla de oriente, vivían los llamados Homo Floresiensis. Sus cerebros eran de menos de la mitad del tamaño del cerebro de un chimpancé. La especie se extinguió. Se sospecha que este cerebro diminuto es una excepción que puede deberse al aislamiento.

    ¡Estoy segura de que nadie quiere asemejarse en este aspecto a un chimpancé! Ahora, viene el papel del profesor, como facilitador de aprendizaje.

    Qué podemos hacer para motivar a los alumnos

    Tomé los datos anteriores del libro “Una Historia del Cerebro Humano” de Bret Stetka, investigador y autor que admiro. Ahora bien, utilicemos nuestra imaginación para activar nuestro cerebro: ¿cómo fue que los cohabitantes de los Homo Floresiensis, los que no quedaron atrapados en la isla, devinieron en una especie humana que incrementó el tamaño de su cerebro -la neurogénesis- y, por ende, sus capacidades cognitivas?

    Tuvieron que responder a su curiosidad para confirmar o no suposiciones, encontrarse con la realidad y tomar responsabilidad por el nuevo conocimiento. Por ejemplo, “¿qué habrá debajo de esa piedra? ¿Gusanos? ¿Tierra?”. Al levantar la piedra, se encontraron con un hueco profundo, oscuro… y ¡unos ojos que lo espían a la defensiva! Ya podrían seguir investigando si la especie descubierta era venenosa o comestible…

    Al compartir experiencias que fomenten la empatía y el entendimiento, estamos cimentando las bases de un aprendizaje significativo. (Foto: Adobe Stock)
    Al compartir experiencias que fomenten la empatía y el entendimiento, estamos cimentando las bases de un aprendizaje significativo. (Foto: Adobe Stock)

    Sabemos hoy que la curiosidad mató al gato y que muchos hombres primitivos murieron en el intento, literalmente, de sobrevivir. Pero tal vez se les ocurrió consultar a sus coterráneos antes de avanzar… Y así, entre intrigas, hipótesis y consultas, ideas y resoluciones, es como nuestro cerebro fue desarrollando nuevas funciones y capacidades: desde los 400 cm3 del Australopithecus, pasando por los del Homo Habilis de 750 cm3 hace dos millones de años, hasta los 1400 cm3 que tiene el cerebro humano actual.

    Entonces, sugiero: por un lado, generar un ambiente de alegría y amor para que lejos de paralizarse, los alumnos se encuentren distendidos y prestos a incorporar conocimientos; por otro, para motivar a todos los alumnos tenemos tres puntos clave que fomentar:

    • Creatividad
    • Curiosidad
    • Colaboración.

    De esta manera, iremos tejiendo una sociedad en vías de evolución, con más equidad y, fundamentalmente, con paz, diálogo y respeto.

    (*) Lía V. Duret Velasco, máster en Educación, traductora pública de Inglés y Health Coach-Trofóloga.

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