En su primer año de gobierno Leandro Zdero cumplió dos promesas fundamentales para sus votantes y para muchos que no lo votaron: terminó con los piquetes y terminó con Capitanich.
En 2023, después del caso Cecilia, los cortes de calle se habían reducido a su mínima expresión, pero Capitanich no lo capitalizó, no hizo una corrección sobre la marcha para poner en caja el descontrol. Quizás lo detuvo el mal recuerdo del “Experimento Olivello”, en el que hasta sus propios funcionarios conspiraron.
Encarcelar dirigentes piqueteros y disciplinar al resto fue inteligente, casi inevitable de parte de Zdero. Luego adquirió la cartera de clientes del gobierno anterior, la metió en el programa Ñacheq y nadie más habló del asunto. A un año vista, la situación económica se deterioró pero la popularidad de Zdero se mantuvo.
¿Pero qué pasó con la histórica bandera del peronismo K del Estado presente? ¿Por qué la gente no “pone en valor” el hecho de que antes los hospitales funcionaban y ahora no, o que la seguridad en los barrios y la educación pública eran de primer nivel y ahora no? Porque eso nunca sucedió.
Los hospitales están tan mal como antes, la gente “cae” en la educación pública, como decía Macri en 2017. Es un problema estructural. Lo que Zdero llama “pesada herencia” es el modelo neoliberal, la descentralización del Estado, la transferencia de “servicios educativos” a las provincias, etc. Apuntar a la corrupción kirchnerista es un eslogan.
La clausura a Capitanich fue el resultado de una sociedad abrumada, pero también de quienes no pudieron persuadirlo de cambiar el rumbo. Esos mismos dirigentes son la oposición fragmentada, con mentalidad de partido chico, que hoy no sabe qué eje tomar para reencontrarse con el pueblo. No alcanzaba con correr a Capitanich.
Se balancean entre las apelaciones nostálgicas a “la doctrina”, las denuncias por hechos de corrupción y los datos de pobreza, y terminan votándole a Zdero un crédito por US$ 145 M (apenas cinco millones menos que el que rechazaron en octubre) sabiendo que con esa guita Zdero tiene financiada la campaña legislativa del año que viene. El reparto le asegura fondos a los municipios, que a cambio le entregan la última plaza en la que todavía tenían un lugar para hacer política en serio: la Legislatura.
Por cierto: Capitanich tuvo un rol determinante en el rechazo al crédito de US$ 150 millones pero no se le vio un pelo en la aprobación del último empréstito. ¿Por qué se guarda? ¿Le picaron el boleto? ¿Se hartó? En todo caso, la unidad del peronismo es un mito. Lo que se viene, con una oposición desmantelada amarrocando lo que pueda para pasar el verano, es un acuerdo electoral que independientemente de los nombres en las listas sólo va a beneficiar a media docena de dirigentes.
La épica de 2007 fue el concurso de un montón de condiciones que hoy no existen. Hoy estamos en 2005, en 2003 o en 2001, matándonos por entrar en una lista. Los primeros cuatro o cinco lugares son “expectantes”; el resto irá por contratos de gabinete, secretarías de bloque, algún cargo menor. Es la Era de Juntos por el Cambio, y va a durar lo que tenga que durar, porque no se pueden obtener resultados diferentes haciendo las mismas cosas.
Pero la realidad es dinámica, y si políticamente estamos en 2005 o en 2001, socialmente estamos en otro lugar. Los chaqueños le tendrán mucha menos paciencia a Zdero que la que le tuvieron a Rozas, a Nikisch o a Capitanich (ya no se la tuvieron a Peppo). Reconstruir una alternativa seria exige sacrificios y una lectura humanista y también científica de los problemas que enfrentamos. Si la actual dirigencia no está dispuesta ni a sacrificarse ni a ponerse a estudiar, cada nueva derrota política la alejará más de la gente. El debate es entre la renovación y la extinción.
Por último: muchachos, no se pongan a boludear en las vacaciones. No es cierto que «todo se para» entre diciembre y marzo. Zdero va a aprovechar el receso para perfeccionar la campaña mediática de juicios populares con la que espera quedarse con los dos tercios en Diputados. Planifiquen, organicen, estudien. Si la batalla que van a dar el año que viene es una copia de la confusión que mostraron en 2024, estamos en el horno.