sábado, noviembre 23, 2024
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    ¿Es posible construir algo serio si no hablamos en serio?

    El ex presidente manda a sus senadores a votar un aumento de las jubilaciones que sus diputados rechazaron y luego celebra cuando el actual presidente lo veta. No está claro si es una presión o hace cualquier cosa. Los trolls del asesor del presidente tratan al ex presidente de corrupto y después de que apoya el veto no saben si tienen que seguir pegándole, felicitarlo o hacerse los boludos. Que les sale bien.

     

    La diputada oficialista visita en la cárcel a Astiz y posa en el medio de genocidas como si fueran los campeones de la Champions League, con la misma sonrisa que exhibe para sacarse selfies con patitos en la cabeza. La oposición arma una comisión para investigarla y en la primera reunión la diputada denuncia a sus compañeros de bloque que la acompañaron en la excursión al terrorismo de Estado.

     

    El asesor del Presidente se juega la vida en la partida de los 100 mil millones de fondos reservados, pero cuando los diputados se disponen a tratarlos, se va a esquiar. El Presidente se juega el superávit en el aumento a los jubilados, pero cuando los senadores se deciden a votarlo, nadie del gobierno los llama. El jefe de Gabinete prefiere recibir a embajadores y el gobierno no tiene ministro del Interior. Default político de un presidente que extiende el laissez faire a la única materia que ni a Adam Smith se le ocurrió dejar suelta.

     

    El peronismo un día celebra el caos del gobierno de Milei y al siguiente festeja como los libertarios ningunean a Macri. Pero sigue sin hacer autocrítica por su fracaso económico, ni aceptar públicamente que el déficit y la inflación son malos. El partido de poder de la Argentina sirve para aglutinar a la oposición, pero no es alternativa de gobierno por falta de propuesta y equipo económico.

     

    Se queman todos los papeles en la Argentina Manaos, pero hay un denominador común: la berretización generalizada que impide tener una conversación seria.

    El peronismo un día celebra el caos del gobierno de Milei y al siguiente festeja como los libertarios ningunean a Macri. Pero sigue sin hacer autocrítica por su fracaso económico, ni aceptar públicamente que el déficit y la inflación son malos.

     

    El Gordo Dan, El Trumpista, Snake y una larga sucesión de personajes de comic clase B, debaten de igual a igual -y por momentos desde arriba- con ex presidentes, senadores y gobernadores. Milei publica ilustraciones suyas hiperrealistas en las que aparece como un león musculoso que gobierna la nueva Roma, pero los presidentes de la región lo ningunean al extremo de ni siquiera recibirlo. Nunca pasó.

     

    Extraño Imperio que no manda sobre nadie y no tiene plata para pagar el sueldo de sus militares o el asfalto de sus rutas. Roma se hizo desde las rutas.

     

    Y así nos encaminamos a una espléndida bifurcación: la mitad de los economistas que apoyan el actual modelo dicen que si no devalúan explota todo y la otra mitad dice que si devalúan explota todo. La conclusión es obvia.

     

    No hay reservas, en lo que va del año la deuda externa sumó 70 mil millones de dólares, la pobreza supera el 50 por ciento largo, la industria y la construcción están en el fondo del mar. No hay inversión pública en nada. El superávit es en realidad deuda con eléctricas, gasíferas, cajas de jubilaciones provinciales y coparticipación de la Ciudad, pero Toto Caputo está para el premio Nobel.

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    Y ahora vamos marchando sin pensar a un sistema de boleta única que el peronismo quiere porque sin líder nacional se repliega sobre los territorios y el gobierno acepta porque está preso de su discurso contra la casta. Entonces, sin enganche, es probable que La Libertad Avanza haga pésimas elecciones locales y otra vez tengamos un Presidente sin sistema, que es lo que estamos viviendo.

     

    El peronismo ganó la elección en primera vuelta, pero el segundo y el tercero se juntaron para el ballotage y tenemos a un presidente que sacó 56 por ciento de los votos, pero no llega a los 40 diputados ni a los 10 senadores. El costo de eso lo vimos en estos días, de muchos trolls y pocas nueces.

     

    El peronista Juan Manuel Olmos propone eliminar el ballotage y que en todo caso si ningún candidato gana en primera vuelta, los legisladores electos funcionen como colegio electoral para formar gobierno, así el presidente que surja tiene una mínima gobernabilidad, que es la fibra que tocó Macri encadenando apenas dos votaciones contra Milei. «Es una idea, puede haber otra, pero ya no queda gente con ganas de hablar en serio en la Argentina», se lamenta Olmos.

     

    La idea entonces de un presidente que trabaje cada día y debata ideas con paciencia y rigor, que no insulte, que no tenga un ejército rentado de injuriadores profesionales, que tenga un gabinete que gestione todas las áreas del Estado en base a metas objetivas y con sensibilidad social, asoma como revolucionaria.

     

    Pero claro, detrás de toda esta distorsión evidente de la política, emerge la voluntad de una mayoría de vivir en una Argentina capitalista, de un orden en base al mérito y el trabajo. Un deseo que cuando vemos viejos vicios en los nuevos actores libertarios y hasta viejos actores con viejos vicios reciclados en el poder, el interrogante que surge ante la impostura es si la Argentina está preparada para una nueva desilusión. O dicho de otra manera: ¿Es posible construir algo serio si no hablamos en serio?

    Por Ignacio Fidanza PLO

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